La ruptura de Enrique VIII de Inglaterra con el Papa pareció convertir a un hombre razonable en un tirano capaz de matar, entre otros, a su ex canciller Tomás Moro. Santiago Mata muestra en este libro cómo la Reforma inglesa abocaba a la desaparición de la Iglesia. La supremacía del rey expresaba el convencimiento al que llegó Enrique VIII de que la Iglesia debía ser destruida para que el poder político fuera único y omnipotente. Ese propósito del rey se concretó ya en 1536 en la nueva religión diseñada con los Diez Artículos, suprimiendo cuatro sacramentos, y que no pudo imponer a causa de la rebelión popular conocida como Peregrinación de Gracia. La historia de los mártires de Inglaterra y de los países sometidos a sus reyes, es una prueba más de que la Iglesia perseguida nunca muere. Los mártires no pretendían imponerse ni ser mejores que sus perseguidores. Por eso Pablo VI, al agradecer el 18 de mayo de 1970 a los cardenales que aprobaran la canonización de 40 de ellos, los señalaba como héroes de la dignidad humana sin particularismos: No dudaron en sacrificar sus vidas en obediencia a la clara voz de la conciencia y a la voluntad de Dios; son un brillante testimonio de la dignidad y la libertad humanas.